A veces resulta muy duro ser uno mismo, pensar como piensas, decir lo que sientes... y no ser rechazado por los demás o tratado como raro y fuera de lugar.
Me he sentido muchas veces así pero nunca como hoy el hecho de ser auténtica, sincera, transparente y expresiva, el ayudar a mis compañeros e intentar que todo vaya mejor, se ha vuelto contra mí y parece que debo pasar por la vida como una "gris" más, sin implicarme en las cosas ni con la gente, sin arriesgar ni apostar por nadie, sin hacer bien mi trabajo, ni expresar lo que siento a los que me rodean.
Parece que les va a mejor a los que se dejan llevar por la corriente, son autómatas, aprovechados e hipócritas pero "correctos", callados y poco contestarios.
Pero mi alma rebelde se niega a pensar que este mundo sea tan tristemente injusto con los "diferentes".
Yo soy yo.
No soy quien tú quieres que sea,
ni quien mi madre ni mi padre quieren,
ni quien mis compañeros de trabajo quieren que sea.
Tampoco soy como la moda quiere que yo sea.
Yo soy yo.
No pienso como los demás, pienso como yo mismo.
No actúo como mis ídolos, pues no los tengo.
Yo siento admiración por mí,
por ser capaz de ser yo,
en una sociedad donde pensar está mal visto,
en donde debemos comprar lo que nos venden,
sentir que no somos perfectos por no estar delgados,
no ser altos o no tener la piel firme.
¿Sabes qué?
La perfección es ser uno mismo,
aceptarse tal como se es,
no intentar agradar a las demás personas
ni ser como ellas quieren.
Soy buena persona, ¿por qué debo cambiar?
¿Acaso debo robar porque me roben?
¿Debo insultar porque me insulten,?
¿Debo engañar porque me engañen?
NO.
Las demás personas no cambiarán mi forma de ser.
Quien no me acepte, no compartirá mi vida.
Aunque realmente no sé quién soy (ni quién quiero llegar a ser) prefiero seguir averiguándolo a convertirme en una copia más de la sociedad.
miércoles, 18 de marzo de 2009
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